martes, 30 de abril de 2013

El profeta

El último líder de una orden milenaria de guerreros de la justicia se levantó la mañana de su muerte a dirigirse a sus seguidores. Primero les sonrió y les dijo que antes de que el sol se pusiera moriría. Luego les dijo quien lo mataría. La gente enloqueció, y entre gritos y alaridos llevaron al futuro culpable a la horca. El futuro asesino murió con la lengua afuera y los ojos en blanco, con una lanza atravesándole el baso. Al caer la noche el líder murió. Y es que entre tanto escándalo y enojo hacia el futuro perpetrador del crimen hasta los mismos guardias de su estancia abandonaron al líder para ir a la horca. El líder se bañó tranquilamente, tan tranquilo como puede estar alguien el día de su muerte, había aceptado ya su destino. Cuándo iba saliendo del baño, se tropezó con el piso mojado que normalmente limpian sus mucamas, que estaban también en la plaza central viendo la ejecución. Murió casi al instante, con la lengua afuera y los ojos en blanco.