domingo, 9 de septiembre de 2012

El azotado por Dios


Decía Platón en la metáfora de la cueva (nombre que le da para que nadie malentienda el significado de su obra) que el temor al cambio es algo propio del ser humano y su naturaleza idiosincrática. Así como el canibalismo, los cultos, y el genocidio, el temor al cambio es inevitable e indispensable. ¿Sino por qué sería que Atila el Huno declinó a tomar Roma luego de pasar una tarde con Leo I? Seguramente Leo le dijo a Atila que los europeos que dominaría si tomaba Roma era un montón de locos ilusos, chillones, cobardes,  que vendrían todos los días a pedir audiencia con él, formarían gremios, sindicatos y a parte eran católicos y le exigirían lo mismo. La idea del cambio al pasar de ser jefe supremo y ordenar a su pueblo lo que se le plazca, a soportar sindicatos y chillones y tener que ir a misa los domingos fue seguramente la razón por la cuál Atila decidió retirarse. Sería un cambio muy fuerte. Platón tenía razón después de todo.

lunes, 3 de septiembre de 2012

El mundo es un hoyo


Decía un filósofo italiano bastante mediocre que el mundo era un hoyo. Cuando le preguntaban porque creía eso, solía responder verborrea metafísica y sinsentidos, terminando, tras interrogaciones posteriores mas duras, diciendo que simplemente lo sabía. Me tomé varios años sabáticos con el propósito de investigar dicha afirmación, pero cuando llegue a hablar con aquel filósofo, a Varese, me dijeron que ya había muerto, y que sus últimas palabras habían sido un lamento por lo intrascendente de su vida. Visité su casa, un pequeña villa heredada de sus padres en las afueras de la ciudad, cerca de la fábrica de Whirlpool. Ahí me encontré con una pequeña libreta lleno de símbolos. Intenté interpretarlos durante mucho tiempo, sin éxito, hasta que una tarde me di cuenta de que el problema tenía una solución simplísima. Anexo mi interpretación:
El mundo es un hoyo, obviamente. Solo basta con echar un vistazo a la sociedad de hoy (y de siempre). Es un hoyo profundo, y todos estamos en el fondo. Para facilitar la metáfora (y no porque lo necesita, sino porque tú, el lector, lo necesitas), reduciré el hoyo para que tenga espacio suficiente para que una persona este a gusto, y lo haré muy profundo. El hoyo es oscuro, se ve poco a tu alrededor. Si en ese nivel de oscuridad te pusieran enfrente algo brillante, como una televisión, ésta sería muy fácil de ver. No requerirías mucho esfuerzo, pero te podría cegar, y seguramente te haría imposible ver el resto del hoyo, en el cual casualmente se encuentran muchas de las grandes obras de arte clásicas. Ahora, si decidieras de pronto que quieres ver estas obras de arte y apreciarlas tendrías dos opciones. Una es apagar la tv, y esperar a que tus ojos se acostumbren, y otra es dejar la tv prendida, que permite ver atisbos de las obras, e intentar apreciarlas como mejor puedas, con la distracción siempre encima. Si escoges la segunda, de pronto te darás cuenta de que alcanzas a ver las obras gracias a la luz que produce el aparato, pero probablemente no seas capaz de apreciar la obra del todo, tal vez por la luz artificial que la distorsiona, o el sonido que no te permite concentrarte en ella, o tal vez simplemente porque no tengas la suficiente voluntad para dedicarlo mucho rato a la misma cosa, pero claro, siempre hay excepciones. El punto es que entre más veas la televisión mas difícil se te hará regresar a la oscuridad; si desde que llegaste al hoyo la tuviste prendida a todas horas, te será casi imposible. Si escoges la primera opción, en cambio, las cosas serán aun más difíciles. Si escoges la segunda opción, aunque tal vez no aprecies la obra del todo, serás capaz de verla, la obra será algo tangible. Si escoges la primera, en cambio, empezarás de cero. La única luz será la muy lejana luz del sol fuera del hoyo (si es que existe en verdad un fuera del hoyo). Cuando empieces a buscar las obras entre la oscuridad, no encontrarás nada. Solo partículas de noche. Luego, con el tiempo, la paciencia y la dedicación serás capaz de empezar a distinguir las piezas de arte, pero apenas, y serán para ti solo un montón de tonos en gris que no entiendes y no puedes apreciar por eso mismo. Y pasaran años y años, y por más que te esfuerces no podrás distinguirlas del todo, y cuando finalmente lo hagas aun así no podrás distinguir cada matiz y cada pequeño detalles. Y luego un día te darás cuenta que jamás podrás saber en realidad que es lo que quería expresar el autor de la obra y prenderás la televisión para no perderte el nuevo capítulo de House.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Leave luck to heaven

Leave luck to heaven, decía mi tío Eustacio, ilustre caballero que presumía sus raíces inglesas al punto de siempre tener a la mano su árbol genealógico. Si si, ella era amiga de uno de los primos de la reina, ¡Y su papa era amigo personal del mayordomo del Rey Jorge! Dejar la suerte al cielo nunca se me hizo una buena manera de vivir (mi tío Eustacio murió a los 42 en el Amazonas luego de que se negó a ponerse las vacunas). Claro, no se debe llegar tampoco al otro extremo de decir que tu haces tu suerte (Como te dicen en todos esos seminarios de superación personal, que en realidad lo único que superan es el volúmen máximo permitido por los recintos en donde se llevan acabo, y causan que llegan quejas de la gente que si quiere ser alguien en la vida que estudia en la biblioteca de al lado), por que en esencia la vida es solo un montón de acontecimientos que combinan la acción y el azar que te llevan a un punto determinado: tu muerte. La manera correcta de catalogar el porque y el que de la vida es la de no hacerlo y mejor dejarle al cielo el trabajo.